La minuciosidad de la memoria obsesiva y enfermiza de Marcel Proust hace que tras cinco segundos de mirar la casi desconocida adaptación cinematográfica de su En Busca del Tiempo Perdido. (Raoul Ruiz, 1999) Apenas le prestas atención, con las uñas ya sacadas, comienzas primero con el desconcierto y luego a bajar la guardia, ya innecesaria, y queda uno entregado a la risa tierna ante tantos de esos clichés que se le atribuyen, casi como una leyenda urbana, al cine francés.
Pedro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario