viernes, 21 de enero de 2011

ENTER THE VOID, Gaspar Noé. 2009. Francia.


Si en los sesenta la necesidad mística del ser humano se proyectó en la exploración espacial y sus misterios potenciales con 2001: Una Odisea En El Espacio (Stanley Kubrick, 1968), ¿será el equivalente cinematográfico de esta recién terminada primera década del Siglo XXI una experiencia mística envuelta en los alucinógenos? En algún lugar del tiempo se intercambiaron los papeles. Culturalmente los sesenta y setenta son el paradigma de la época alucinógena, experiencia que contaminó todas las manifestaciones artísticas de entonces. Para los entusiastas del LSD y la mescalina, 2001: Una Odisea En El Espacio era una especie de porno estimulante de sus condiciones especiales de la alteración de la conciencia. Esto ha alejado al público de las verdaderas preocupaciones filosóficas que implicaba esa película. Hoy en día, probablemente pasará lo mismo con Enter The Void (2009) de Gaspar Noé, con la concha de mango (a traducir, traductores) de que en esta oportunidad las drogas tienen una presencia muy marcada y determinante. La premisa es la misma: un día pisaste mal, tropezaste, en la ducha, en la calle o en el espacio exterior y ahí te agarró la experiencia mística de la que probablemente ni te habías preocupado jamás. Así funciona nuestro insólito, cínico, irónico y cruel universo.

Este ejercicio consiste en agarrar esta película y tenderla sobre la mesa como un pedazo de carne a punto de ser lanzado a las brasas, exponerla a otras luces, contraponerla, hacerla reaccionar, para señalar que está hablando de muchas otras cosas, en un movimiento expansivo. Con esto no pretendo decir “esta película se trata de” ni que tengo todas las respuestas verdaderas al respecto, porque estoy claro que estoy deshaciendo esta película de Gaspar Noé y haciéndola mía. Y es lo mínimo que deberíamos hacer como espectadores. Me responsabilizo, solamente y a duras penas, por mis opiniones.

Si 2001: Una Odisea En El Espacio intentaba una especie de biografía mística de toda la humanidad y lo que viene después, Enter The Void se refiere a cómo se puede experimentar todo el universo en el espacio-tiempo de una sola vida humana.

Alex, el desenfadado y ambiguo portador de la luz y su “biblia tibetana” son las dos guías, tendidas sobre la mesa desde el principio. Para guiarte y confundirte. “Alex is not your friend.” – es la errónea advertencia que le hace Linda a su hermano Oscar en el principio. Al final Alex es el único amigo con el que Oscar y Linda cuentan.

Los primeros veinte minutos de la película son apenas un manual para entender lo que va a pasar en todo el resto. Gaspar Noé encontró una estructura, un pretexto, para desplegar todos los recursos cinematográficos que tanto le gusta utilizar. Como decía en aquella entrevista, lo que más lo hizo esperar antes de realizar Enter The Void, no fueron problemas de actores o de guión, sino problemas técnicos; quería hacerla en el momento en que esos efectos estuvieran listos y a su disposición. Por supuesto que el resumen del Libro De Los Muertos que ofrecen en la película es una simplificación y una caricatura, tanto como lo es de arbitrario ese título para el libro tibetano Bardo-Thodol. Aunque a Noé le parece suficiente darle ese resumen al espectador, pues no pretende darle ninguna clase, siento que en el resto de la película utiliza más a profundidad todo lo que hay en ese texto, para exponer sus propias visiones. El Bardo-Thodol es una guía para saber vivir esta vida y saber dejarla, liberados de ese ciclo. La sanción fatalista de estar atrapado es puro Gaspar Noé.

La estética barata del cine porno gonzo, vendida artísticamente como “subjetividad” es algo que no me cuadra a menos que lo lleves hasta sus máximas consecuencias. En esta película se la explota en más de un plano de la existencia y es lo que a la larga se vuelve interesante, aunque sea duro para los sentidos, debo admitir. De pronto, lo insoportable y limitante que puede resultar la cámara subjetiva ingresa al plano astral y encarna la semi-omnisciencia que puede tener la cámara, el narrador cinematográfico, el fantasma angustiante de la ubicuidad.

El verdadero viaje comienza y el alma encuentra la “luz clara” del bardo y alcanza la ubicuidad no sólo en el espacio sino en el tiempo. De ahí en adelante comienza la verdadera exploración de aquello de lo que estamos constituidos como seres espirituales y físicos en este universo. El proceso de continuidad, de red, entre el alma y el cuerpo, nivel tras nivel, el Tantra.
Y comienzas a sospechar que estás tocando el tejido mismo de lo que está hecho el universo. Amplificado. Porque no habría más que extender una mano y tocarse el brazo. Bingo. Pero nunca podrás estar seguro. Por cualquier camino, al final, todo se reduce a una cuestión de fe. Todo lo que hacemos es un acto de fe. Empiezas a ver esos patrones en movimiento. Esos mandalas. Empiezas a sospechar que todo tiene un orden en el universo por más que se nos escape en una mirada sobre la superficie y los fenómenos. Tentáculos moviéndose, interconectados. Ellos te hacen actuar, te hacen sentir. No hay diferencia entre el hacer y el acontecer. “Espera a que mueras, ese será el verdadero viaje.” Cita inexacta. El Libro De Los Muertos. Claro que es una caricatura, como define Gaspar Noé sus propias películas. Caricatura, melodrama, exageración.



Lo que anhelamos, ese vacío primigenio e intermedio, es algo a lo que se tiene acceso sólo por instantes. Si se indaga más y más hacia las profundidades, más y más hacia la raíz, se van retirando las capas de lo que hemos construido alrededor del amor, la infancia, la familia, la tranquilidad intrauterina y lo que siempre volvemos a buscar es ese vacío, ese fundirse con el todo después de haber conocido lo que es estar encerrado en el uno (en esto se basa en gran parte la psicología Jungiana, en cómo convivir sanamente con ese anhelo, un trabajo que nos toca a cada uno y es intransferible). Los caminos que Oscar toma para reencontrarse con su hermana, lo llevan eventualmente a ese vacío materializado en un local decadente de Tokio: el enredo con la madre de Víctor y el tráfico de drogas para ganar el dinero para traer a su hermana. Se termina obteniendo lo que se quiere sin saberlo, lo que es inevitable, aunque se sorteen cientos de distracciones en el camino. La película está salpicada de guiños, de pistas relacionadas con esto. Se entrelazan las pulsiones y compulsiones: el sexo, la experiencia de las drogas, el amor fraternal, el vacío. Al comienzo del viaje se equiparan como en un caldo de cultivo: Oscar tiene sexo con la mamá de Victor y lo que recuerda es la lactancia; Alex habla de cómo fumar le recuerda el pezón materno, que es la mejor cosa en el mundo, mientras esperan a que el ácido haga efecto mirando una pantalla con mandalas psicodélicos; en el bar, Alex le habla del LSD y los distintos planos mientras ven un video de un feto flotando en el sueño amniótico. Alex, a lo largo de toda la historia, es el mentor, es la sospechosa mala junta del comienzo que va descubriéndose como el único personaje bienintencionado y confiable alrededor de estos dos hermanos perdidos. Alex mantiene silenciosamente su búsqueda trascendente, y trata, en su relación con Oscar de señalarle la dirección correcta, entender la diferencia entre fines y medios, y finalmente es el personaje de que de alguna manera trae la luz y la paz de vuelta. Alex se niega a entrar al vacío antes de estar preparado, explica y trata de difundir, a su manera, la guía espiritual tibetana.

Pero quizás hay un punto moral detrás de todo esto: hay una serie de eventos desastrosos que siguen a la muerte de Oscar, y un pacto de sangre entre hermanos (algo en lo que hace énfasis Gaspar Noé en la entrevista).


Los lugares en los que se mueve el alma de Oscar entre este y el otro mundo (los estados intermedios o bardos del budismo tibetano) son caricaturas, espacios arquetípicos de fuerzas opuestas: The Void, Sex Money Power y Love Hotel. ¿Por qué Japón? ¿Por qué Tokio? Gaspar Noé toma un tema oriental antiquísimo y lo pone a prueba en esta época, en la paradójica Tokio. Todo el proceso místico que describe Alex en un principio, es escenificado y ambientado en esa ciudad podrida de neones y vicios, en un país que tuvo tanto que ver con la difusión mundial del Budismo, relacionado tradicionalmente con la pureza y la espiritualidad, pero que ha tomado un violento desvío con su veloz, hiperbólica y barroca occidentalización. Con su presencia terrenal tan fuerte, es evidente que el personaje fantasmal que activa toda la película va a volver a sucumbir y a caer en el ciclo de las reencarnaciones. Ese mundo tan retorcido no lo va a dejar ir tan fácilmente.

Pero al final, cuando Oscar logra salir de ese fatídico túnel, todo se vuelve tan tonto, tan esquemático, tan mínimo y al alcance, en nuestra insignificante escala humana. Todas las formas del “amor”, que será lo único que acaso logre redimirnos del miedo, caben en ese tempo que termina siendo el Love Hotel, y ahí ocurre, finalmente la coniunctio alquímica que lo restituirá quizás como individuo, una vez más. Este arquetipo de La Sagrada Familia es uno sólo y en todos los hombres está el germen único del hombre original, la humanidad, así como en El Séptimo Sello (Ingmar Bergman, 1957), la única esperanza posible en medio de la peste, en cualquiera de sus encarnaciones.
Por supuesto, no todo cabe perfectamente en este esquema, afortunadamente, pues sería como querer explicar Lost Highway (David Lynch, 1997) sin dejar cabos sueltos: un crimen y una pérdida de tiempo.







Pedro.

martes, 18 de enero de 2011

My Best Friend's Birthday. Quentin Tarantino. 1987. USA

Realizado en 16mm, Tarantino era apenas un aspirante a actor, quien junto a su compañero de trabajo (En aquel VideoClub) Craig Hamann, co-escribió el guión.
El metraje original tenía una duración de 70 minutos, pero cuenta la leyenda que en un incendio gran parte del original se quemó, y quedó reducido a 36 min.
Este mediometraje, es el primer trabajo del realizador como Guionista y Director.

Años después la anécdota de la historia y gran parte de este material servirían a Tarantino para escribir el guión de "True Romance" (Tony Scott, 1993) vendiendo los derechos para así obtener dinero para realizar lo que sería su Opera Prima "Reservoir Dogs".

My Best Friend's Birthday, es una comedía de hiper dialogo, donde las motivaciones de los personajes, el espacio en el que se desenvuelven y en general, solo son una excusa para plantear un juego absurdo de situaciones que llevan a la risa. No es una gran película, pero algo si tiene, entretiene.

NOTA: Para aquellos que no hablen inglés, tienen la opción de verla con subtitulos, en la pestaña "CC", luego de darle PLAY.


¡Ah! y "A Countess from Hong Kong" es realmente una mierda, y que me perdone el cielo, porque yo amo a Chaplin.

Daniel.