Último Cuerpo.
O Hay que votar la basura en su lugar.
Por: Daniel Dannery.
En la sala, unas 50 personas. El aire, bastante frío. Una única publicidad del ya desgastado Spot Digital (Me impresiona, ¿Sólo una? Si ya estoy acostumbrado a ver media hora de comerciales mal hechos, como ese terrible de “La escuela de cine”, nefasto.). Debe ser porque estoy entrando a la función de las 5:30pm. Debe ser.
Luego, un trailer mal proyectado de “Beyond a reasonable doubt” (En español: Más allá de la duda) el remake del clásico de Fritz Lang, un bodrio que tuve la oportunidad de ver en la comodidad de mi casa, aunque la original tampoco es que me guste mucho. El sonido a todo volumen, como si nos prepararan para escuchar unos de los mejores diseños sonoros elaborados en Venezuela, luego oiremos que es una mentira.
Finalmente el festival de Trailers de los nuevos estrenos del cine nacional. El primero: “Días de poder” lo nuevo de Roman Chalbaud, de seguro otro producto panfletario criticando los 40 años antes y alabando los ya 14 que hemos pasado bajo el mandato del comandante en jefe, de seguro no, será así. El segundo: “Reverón”, una película que me provoca ver; tanto por el personaje central del que tanto se habla en los pasillos del arte en general, pero el cual se tenía olvidado, así como olvidamos cualquier cosa, como por su protagonista: el actor Luigi Sciamanna, uno de esos pocos que se toma el método en serio, nuestro propio Jhonny Deep, me gusta verlo de esa manera.
Es justicia poética la que hace Rísquez con "Reverón", pues desde la tragedia del 99 en Vargas, el castillete sigue bajo las ruinas, y el estado nada que alza la voz para recuperar la que para nosotros debería ser un patrimonio cultural.
Impresiona la voz del narrador que dicta: “Una Película de Diego Rísquez” a mí la verdad eso me causa gracia, pues ni en el nuevo crimen de Chalbaud hacen alarde tan pedante. Un coro en sotiboche exclama ¿Y ese quién es?, en fin, cosas del ego.
El tercero y último. El bocadillo de lo que será en salas comerciales nacionales el primer intento por enseñarle a nuestro público que los Cortometrajes también son películas. Este fin de semana corroboraremos que tal le ha ido al experimento.
Las luces se van apagando. El anuncio propio de la cadena prepara nuestros sentidos para comenzar a disfrutar de la película. Nos recuerdan que debemos quedarnos callados, por aquello de no incomodar a quienes están sentados a nuestro lado. Que debemos apagar nuestros celulares, por aquello de no incomodar a quienes están sentado a nuestro lado, y que botemos la basura en su lugar, no debajo del asiento, ni sobre el asiento, ni mucho menos arrojársela al de al lado, pues la basura va en la papelera, como mandan las leyes de cualquier sociedad que se precie de ser educada y cívica. Finalmente descubriremos al finalizar la proyección, que éste anuncio no sirve de nada. Males de nuestra sociedad, es que algunos hacen las cosas a su manera. Cuestiones de ego. En definitiva esto nos recuerda que como sociedad hemos ido en pico. Pues carteles impresos tamaño carta y con tinta desgastada dictan las mismas sentencias en cualquier local o abastecimiento de entretenimiento. Como señales, advertencias que nos golpean una y otra vez. ¿Para recordarnos qué?
Arranca la película. Me impresiona que finalmente puedo ver una película venezolana abarcando toda la pantalla, por lo general, el pobre mal pagado que le toca cambiar el rollo simplemente se limita a eso, a cambiar el rollo, y de vez en cuando se preocupa porque al menos un lateral de la proyección se vea en foco, de resto él simplemente está cansado y quiere llegar a su casa.
Lo que sospechaba, mis dudas eran ciertas, le bajaron el volumen a la proyección, lo anterior era una burla, la sensación es la de haber escuchado en audífonos a toda mecha alguna canción de AC/DC y luego terminar intentado complacerte con la corneta de tu teléfono celular, más o menos así. En fin, es lo que hay, o al menos como ellos quieren que sea. Cosas de la burocracia, que yo poco entiendo. O quizás un plan de desestabilización contra el cine nacional, esa guerra entre las distribuidoras y los cineastas, entre los dueños de las franquicias cinematográficas y los cineastas. Cosas de guerra, que yo poco entiendo.
La película comienza con una canción pegajosa, de esas que Rodríguez, Tarantino, Roth y etc, suelen usar para arrancar sus películas, no se puede negar la influencia que acecha a Malavé en ese sentido, él tiene esa necesidad de hacer cine Pulp a lo venezolano. La canción se desgasta abruptamente sobre otra escena más adelante. Esta sensación de cambio de emisoras estará a lo largo de todo el metraje, abusa del efecto, y de las tonadas, pues “Último Cuerpo” está plagada de referencias musicales, en algunos casos muy bien insertas y en otros indecorosamente bajadas de volumen.
Unos títulos amarillos nos refuerzan el hecho de que veremos una película sobre el periodismo amarillista, en la onda de “Crónica Policial” y la última página del “Última Noticias”, por algo se llama “Último Cuerpo”, a pesar del juego de palabras. Juega con esos colores en la fotografía, una decisión acertada en ocasiones para remarcar las tonalidades propias de la ciudad, y el tema central perse. Maracaibo es calor, seco y a veces pestilente, ese calor que te cuestiona tu ética como humano. Es por eso que el amarillo para Malavé se convierte en su propia visión de hacerle guiños al Noir made in Venezuela, un terreno que al director parece gustarle y del que ha hecho referencias en sus trabajos anteriores.
Para el espectador ésta es una sensación vivida, pues todas las mañanas en los andenes caraqueños de nuestro abandonado metro, vemos a ese Venezolano de a pie que sigue leyendo el diario de atrás para adelante, esa curiosidad que se le adjudica en Maracaibo al personaje homenajeado en cuestión en el filme. En todo caso, para el caraqueño las noticias de “Sucesos” es como el guayoyo mañanero: No puede vivir sin el. Es una bocanada como la del primer cigarrillo, aire para nuestros pulmones, pues vivimos de la violencia, y ya nos acostumbramos a ella. Malavé intenta hacer critica de todo esto.
Malavé aun intenta demostrar un estilo, una forma de hacer cine, de ser recordado, valorado y reconocido por el espectador venezolano. Quizás lo esté logrando, y es que el merito de Malavé radica justamente en que él hace lo que le da gana y como le da la gana, en ese sentido Malavé se reinventa en forma, más no en contenido, para intentar hallar una huella. Es por eso que “Último Cuerpo” es un pastiche de encuadres, cortinillas y movimientos de cámara, que pasan desde el policial Ochentoso, con sus tonadas de saxofón melancólico al caer la noche, hasta la estética comic impresa en filmes como “Pulp Fiction” o “Sin City”.
Malavé siempre ha jugado a hacer cine. Lo hace desde una perspectiva lúdica muy personal y apasionante. Se siente como un niño[1] que tiene algo de dinero; sólo un poco, el de la mesada. Una cámara y muchas horas de películas “Clase B” frente a sus ojos. Eso esta bien para él mientras disfrute de sus películas, pero no para quienes pagamos por ir a verlo. Pues un padre disfruta de las niñerias de su hijo porque no le queda otro remedio, pero tiene tolerancia cero ante los hijos de los demás.
Lo bueno es que el niño está creciendo y se nota la madurez. Pues esta es su mejor película desde “Por un Polvo” ya que “Las Caras del Diablo” fue un experimento realmente fallido. En todo caso para mi es meritoria la labor de Malavé en la industria cinematográfica nacional, es el único, en nuestro país con casi un estreno anual en su haber, ¿Dedicación, constancia, fuerza de voluntad? Sólo el lo sabe, pero esta forma de vida, está empezando a dar resultados.
El ritmo de la canción curiosamente no compagina con el montaje, lo intenta, pero no lo logra, a lo largo del filme se presentarán momentos parecidos, como el de la persecución entre los bananeros, no muy bien lograda en cuanto a tensión se refiere. Le falta necesidad de videoclip a lo que se plantea de esa manera. Al contrario veremos una labor mucho más elaborada y correctamente filmada en la escena del supermercado, pero como no todo es oro, pues malavé recurre al Deus Ex Machina al abarrotar el final con 20 policías comando (Quizás eran menos) que salieron de la nada. Y no, no era una estrategia policiaca para capturar al Mata-Policías, pues la actuación de Jesús Cervó así lo niega.
Pasamos luego de un prólogo, a conocer a nuestro antihéroe y a su compañero de andanzas, en una relación bastante pintoresca de maestro/aprendiz, o de Quijote y Sancho Panza, no por nada el Heriberto Camargo que construye William Goite es presa de unos molinos que se alzan sobre el puente, su locura periodística o su irreverencia profesional es producto de más de 30 años de cercanía con la muerte, una patología del personaje que se hará cada vez más evidente a lo largo de 4 soliloquios, muy mal escritos, redundantes e innecesarios que el director ha puesto sobre el papel para el lucimiento de su protagonista. En algunos momentos falla, en otros es aceptable. La necesidad del personaje por alcanzar el reconocimiento o de alguna forma no ser olvidado y pasar a la historia, se ven, no sólo remarcadas en las palabras de su personaje, sino en la labor de la dirección de arte, pues una edición del Club Brugera de los 80´s de “A Sangre Fría” de Truman Capote, está convenientemente abierta al lado de su monitor. La necesidad de rescatar al personaje ante los días violentos que vivimos actualmente en nuestro país lleva al director a ese tipo de obviedades. Subtexto temático dentro de la psiquis del autor, como una muestra de su cariño hacia el personaje verdadero.
Goite se siente cómodo con el personaje, caso contrario a lo que le ocurría en “Las Caras del diablo”. Los roles característicos le pertenecen, aunque es sabido que puede sobrepasarse, como se ha visto en “Por un polvo”. En este caso es culpa de Malavé sus momentos más bajos, que claro están en gran parte de esas 4 escenas que ya he nombrado: La conversación con el compresivo transformista, dos escenas con su pupilo, y el final, donde se manejan una serie de textos que redundan en la psicología del personaje. Malavé sigue con sus intenciones de hacer largometrajes basados prácticamente en el dialogo, el error; considero yo, es que él mismo se adueña de la edición, le cuesta desprenderse de su producto, y se niega a cortar donde hay que cortar, quizás de esa manera hasta 30 minutos menos de metraje le habrían sentado mejor al producto final. Cuestiones de ego.
Y vaya que Malavé lo tiene, recuerdo sus insultos al critico Ricardo Azuaga con motivo de su nota sobre “Las Caras del Diablo”, que en este caso se remarcan constantemente ante la pregunta que le hace Camargo a su Sancho cuando le dice: ¿Cuántas caras tiene la muerte?
1, 2, 3 y hasta 4 veces, llegué a contar.
A Goite lo secunda Guillermo García en el rol de compañero inseparable, con una máscara continua de hombre temeroso que crea simpatía en el espectador. Todos los momentos dedicados a insultar al pobre hombre o a ponerlo en situaciones de tensión, son bastante divertidos, y el espectador así lo remarca.
Miguel Ferrari con un performance actoral bien llevado. Jean Paul Leroux que curiosamente se hace más natural al entonar el castellano en acento colombiano, le sienta bien, aunque cuando intenta ser natural, digamos, sigue sobreactuando.
No me acostumbré a Mercedes Brito, si bien tiene momentos notables, como el caso cuando descubre la identidad de su amante, el personaje resulta forzado, algo que me pasó con Norelys Rodriguez en “Muerte en alto contraste”, la necesidad de involucrar un rol femenino de peso en la película era prescindible, pues el personaje hubiese tenido un motor dramático de haber accionado y enfrentado el problema ante el conflicto generado por el cuadro de los personajes, pero finalmente el personaje guarda silencio cuando se ve en la situación creada por su guionista, lo que me hace pensar que simplemente está en el filme para ser mostrada como un producto capaz de satisfacer la necesidad de ver unas buenas tetas y un culo. Patrón machista de sociedad matriarcal. Es valido.
Malavé está aprendiendo de sus errores, finalmente no usa a la mujer como un objeto del deseo para el espectador invitándolo a compartir un desnudo pudoroso como fue el caso de “Por un polvo”. Aquí juega con el erotismo de unos pezones femeninos que se ocultan tras la vestimenta de su femme. Finalmente juega al erotismo implícito sin necesidad de intentar mostrar mucho más.
El reparto lo completan, el ya constante dentro de la filmografía de Malavé, Guillermo canache en un personaje menor, pero en apariencia importante para la trama. Una desaprovechada Matilda Corral, que al menos logra lucirse un poco más que en su predecesora película, aunque encarnando un rol similar, personaje informante, en una cúpula mísera y de pobreza marcada. Socrates Serrano como el cabecilla, jugando a la par con Jean Paul Leroux en eso de los acentos, no solo yo lo note, pues los adolescentes sentados frente a mi se hicieron la misma pregunta ¿Y al acento qué le pasó? cuando el Alcalde luego de su discurso político, en un acentuado maracucho, habla con Sangretti en un muy marcado Caraqueño.
Ésta escena de la inauguración de un centro comercial es una lanza que Malavé intenta clavar a los burócratas de nuestro país desde el inicio, donde un lacayo del Alcalde le da la bienvenida a “Todos y a Todas”, bajo los colores azules que representan a la oposición de nuestro país, dos bandos enfrentados bajo la estética del color y la fuerza del dialogo de la propaganda política.
El público ríe cuando hay que reír, presta atención cuando amerita de ello, y se confunde cuando Malavé le imprime un montaje anacrónico a su historia. Sospecho que no aplicó la misma técnica de Eduardo Arias-nath para con “Elipsis” cosa que es de agradecer, ya que lanzar el guión por lo aires, nos ha enseñado que puede resultar ser un completo desastre.
Malavé piensa muy bien donde colocar sus extractos informativos, para que el espectador entre en juego, solo es funcional, cuando la trama está llegando a su final. Puede o no ser acertado, yo sólo lo nombro.
El Happy Ending plantea una luz al final. A pesar de que frases como “No quiero que la muerte se enamore de mi” o “Los gobiernos pasan pero los policías quedan” son lapidarias para una sociedad que día a día sufre los estragos de la violencia. La ilusión de que el problema se puede resolver desde adentro resulta risible en un país que se ha acostumbrado a irse por la tangente. En un país donde deben recordarte que debes votar la basura en la papelera. En un país donde ver un muerto en la acera es una atracción de feria, sobretodo cuando la policía se presenta 8 horas después.
La película termina y uno sale satisfecho, pues el producto funciona dentro de los anaqueles del entretenimiento, no va más allá de eso.
Lo bueno, que Malavé se está tomando su tiempo para narrar historias.
Lo malo, que luego de salir de cartelera será olvidada, como sus trabajos anteriores.
Al final en la escena del supermercado el hombre que estaba sentado en el asiento trasero se pregunta: ¿Y que supermercado es ese donde hay aceite? Quizás es el “Último Abasto” y quizás resulte que de un tiempo para acá cuando los policías sigan siendo los mismos, a pesar de los gobiernos, el último cuerpo sea el de uno. Nos quedará la satisfacción de ver nuestro nombre en la pagina del “Últimas Noticias” y quizás a Malavé le de por hacer alguna película sobre nuestro caso. Todo depende de si seguirán enseñándonos donde botar la basura, o si por el contrario seremos capaces algún día de botarla en su lugar sin que nos recuerden nada.
Mayo 2011.
[1] El termino niño lo empleo, hacía la labor como director de Malavé, bien es sabido que Carlos Daniel Malavé tiene mucho años en el mundo de la cinematografía nacional, pero desempeñando otros roles.